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domingo, 18 de marzo de 2012

Vladímir Áshkenazi

Vladímir Áshkenazi nació en Gorki (Rusia), en 1937. Pianista y director de orquesta islandés de origen ruso. Estudió en el Conservatorio de Moscú, al tiempo que recibía lecciones particulares de Lev Oborin. Tras conseguir dos galardones internacionales (el segundo premio en el Concurso Frederic Chopin de Varsovia en 1955 y el primero en el Concurso Reina Isabel de Bélgica al año siguiente), inició su carrera internacional por los Estados Unidos y Canadá, países en los que logró gran éxito por su interpretación ajustada y expresiva, carente de todo aparato vistuosístico y de toda voluntad exhibicionista.
Posteriormente decidió simultanear la interpretación pianística con la dirección de orquesta en la que, del mismo modo que el también pianista Daniel Baremboin, ha obtenido grandes éxitos; logró transmitir a la orquesta la misma capacidad de expresión que con la interpretación. En 1962, fecha en que consiguió el Premio Tchaikovsky, decidió trasladarse a Occidente de manera definitiva, y se instaló en Londres con su familia al año siguiente. En 1968 se trasladó a Reikiavik, donde obtuvo la nacionalidad islandesa.
Poseedor de una técnica depurada y una musicalidad exquisita, su repertorio (tanto en su faceta como solista al piano como en la de director de orquesta) abarca prácticamente toda la literatura pianística del clasicismo a nuestros días. Fue excelente intérprete de Mozart, Beethoven (de cuyas Sonatas para piano ha realizado una grabación integral, así como de las Sonatas para violín y piano, esta vez como acompañante de Itzhak Perlman, y de los conciertos para piano y orquesta), Prokoviev y Shostakovich. Sin embargo, su autor predilecto fue Chopin, al que también dedicó numerosas sesiones de grabación.

Concierto nº 1 para piano y orquesta de Brahms
Estudio de Chopin nº 10
Concierto para piano nº 12 de Mozart

miércoles, 7 de marzo de 2012

Władysław Szpilman


Wladyslaw Szpilman nació en 1911, estudió piano en el Warsaw Conservatory y en la Akademie der Kuenste, en Berlin , con Arthur Schnabel and Leonid Kreutzer. También estudió composición con Franz Schreker. Tenía 27 años cuando estalló la guerra y ya era conocido como uno de los pianistas polacos más destacados. Tras la ocupación alemana, Szpilman y su familia fueron desalojados de su apartamento e internados en el ghetto de Varsovia, donde se ganó la vida interpretando en bares, en los que se reunían colaboradores y traficantes del mercado negro.
Fue uno de estos colaboradores judíos quien salvó a Szpilman del tren que llevó a su familia a la muerte en los campos de concentración. Gracias a una red de conocidos de antes de la guerra, miembros de la resistencia y a la ayuda de un oficial alemán, Szpilman sobrevivió a la guerra.
Después de la guerra, la radio polaca volvió a funcionar, con grandes dificultades. Entre 1945 y 1963 fue director musical de Radio Varsovia y, posteriormente, siguió su carrera como compositor y concertista.
El pianista escribió sus memorias en 1946, pero las autoridades comunistas polacas prohibieron en libro. Fue el hijo de Szpilman, que nunca había hablado con su padre de la guerra, el que encontró el manuscrito y reeditó las memorias en 1999, que recibieron una gran aclamación internacional.

Escribió una autobiografía bajo el título Śmierć Miasta ("Muerte de una ciudad"), donde se recogen las notas y apuntes de lo que fue el ghetto de la capital polaca. Relata cómo fueron levantados los muros, como en 1942 empezaron los “reasentamientos” hacia Treblinka, donde fue trasladada la familia Szpilman, de lo que el autor se libró casualmente, aunque no volvió a tener noticias de su familia.
Estas memorias relatan cómo sobrevivió a la destrucción de la comunidad judía de Polonia. Se trata de un vivo relato de la vida del ghetto y de cómo, sorprendentemente, logró escapar y sobrevivir. La fuerza del tema y de las emociones que genera, convirtieron esta obra en una inspiración para el director de cine Roman Polanski, que llevó el libro al cine. En estas páginas se muestra el deseo irrenunciable e inextinguible de libertad.
El libro consta de tres documentos distintos. En primer lugar, el diario de Szpilman, que nos hace un recorrido por el día a día de la construcción del ghetto y los intentos de supervivencia del protagonista y su familia, con un tono de fría descripción de los hechos. El segundo reproduce extractos del diario del capitán del Ejército alemán Wilm Hosenfeld, desde enero de 1942 hasta agosto de 1944, que nos da juicios críticos sobre el totalitarismo nazi y la responsabilidad de todo su pueblo. La unidad de estos dos personajes, a través de sus diarios, sólo se conoce al final y a través de la nota explicativa de Wolf Biermann, en el epílogo.
Los horrores que se cuentan en la primera parte sólo son soportables por la sobriedad de quien y por el asombro del narrador y protagonista, sobre lo que va sucediendo. No se dan detalles, sino que parece buscarse un tono discreto, frío ante el horror difícil de imaginar.
El diario del capitán Hosenfeld, desde las primeras fases, reflexiona sobre el infierno nazi, creado por medio de una sociedad construida sin Dios, y constata dos consecuencias que nacen de esta raíz: el odio a lo diferente (los judíos) y el intento de aniquilar la libertad. Pero la conciencia y la mentalidad crítica no se queda en el pensamiento, sino que sus palabras se hacen gesto al salvar a un judío. Hosenfeld murió siete años más tarde en un campo de concentración soviético, sin que Szpilman pudiera hacer nada por salvarle.
Szpilman refiere en primera persona, con un lenguaje directo y conciso, lo que vivió en primera persona: la abyección humana, el dolor, el hambre, la enfermedad, la humillación y la muerte. Pero en el relato no hay acusaciones o venganzas, sino una simple descripción de increíble fuerza. No es un relato de buenos y malos, ni un libro sobre el ghetto de Varsovia. Aparecen las atrocidades cometidas por alemanes, lituanos y ucranianos, pero también por policías judíos y polacos.

Szpilman murió el 6 de julio de 2000, antes de que empezara el rodaje de la película basada en sus memorias.
Nocturno de Chopin nº 20
Documental sobre Szpilman
Trailer de la película "El pianista" de Roman Polanski, basada en la biografía de Władysław Szpilman

jueves, 1 de marzo de 2012

Alfred Brendel

Alfred Brendel nació en Moravia (Wiesemberg), teniendo orígenes alemanes, austriacos, italianos y checos. Siempre ha sostenido que no se puede hablar de “escuelas pianísticas”, pues para él existen solamente “personalidades”. Ello puede ser cierto, aunque también sostuvo que nunca fue un niño “prodigio”, sin embargo ya a los seis años se inició en la música, a los siete componía y a los diez recibió clases de armonía. Desarrolló sus estudios pianísticos, dirección de orquesta y composición bajo la orientación de Paul Baumgartner, Eduard Steuermann y sobre todo con Edwin Fischer. Prácticamente a partir de los dieciséis años de edad Brendel solo tuvo maestros de manera ocasional. Por dicha causa transitó y buscó su madurez artística de manera solitaria, en cierta forma como su colega Claudio Arrau. Pese a este aparente aspecto negativo, la sólida cultura humanística de Brendel fue un fuerte punto de apoyo para su evolución como artista. Este pianista austriaco es experto en literatura, pintura, arte barroco y hasta escritor.
Alfred Brendel es un pianista caracterizado por una gran “austeridad” desde el punto de vista técnico - mecánico. Por “austeridad” no se quiere significar “carencia” o estar “limitado”. Brendel no es carente ni limitado desde este punto de vista;  posee una técnica muy sólida, solamente que no va más allá en lo que  necesita o debe ir, no hay “derroche” en sus enfoques técnicos, hace lo que es necesario, lo justo, o lo que debe traslucir de manera precisa determinada obra pianística. Por este motivo expresa a través de sus interpretaciones que no es “materialista”, haciendo olvidar a sus escuchas el hecho de que existe un aspecto pianístico que se llama “virtuosismo”. Este pianista enmarca sus ideas interpretativas con absoluta precisión y por dicha causa es “fácil” comprenderlo, entender qué es lo que quiere transmitirnos. Con él, el virtuosismo se sobreentiende e incluso él mismo afirma que “no toco más rápido que nadie”, es decir, bajo ningún punto de vista pretende ser un “atleta” del piano. Brendel tiene perfecto control emocional sobre las obras que interpreta, y por tal motivo se le tilda de pianista “intelectual”. Nada de eso, pues en su caso no solamente es altamente respetuoso de lo escrito en el pentagrama, sino que penetra con profundidad en la obra que interpreta. Con Brendel no solamente se escucha las “notas que toca” sino también  se perciben muchas otras cosas entre las mismas. Además, ha tenido la “osadía” – décadas atrás ̶  de mezclar en sus conciertos a Bach y Beethoven con Liszt.  Para muchos críticos esto ha parecido una especie de blasfemia contra los músicos alemanes anteriormente citados. Liszt era considerado “barato”, “superficial”, “carente de profundidad”. Alfred Brendel se encargó de desmitificar semejante idea. El asunto llegaba a tal punto, que en determinados conciertos todos le escuchaban interpretar a Bach y Beethoven, pero cuando el programa llegaba a Liszt, algunos de los asistentes se retiraban de la sala; con el tiempo  Brendel se encargó de que “se quedaran sentados en sus butacas”. Asumió en cierta forma la responsabilidad de unir el “punto de partida”, Beethoven, con su “descendiente” Liszt.
Este pianista puede ser considerado como la persona que ha mantenido en vigencia la orientación interpretativa de sus colegas de antaño tales como Schnabel, Backhaus, Kempff, Serkin, Dohnányi y el de su propio maestro Edwin Fischer, pero con una orientación interpretativa quizás más moderna. Además su discografía es inmensa: Balakirev, Prokofiev, Mussorgsky, Stravinsky, Beethoven, Mozart, Weber, Haydn, Schumann, Schubert, Brahms, Mendelshon, Chopin, Schoemberg e inclusive fue el primer ejecutante del Concierto Nº 1 para piano y orquesta de Werner Thärichen. A los cuatro rusos citados los ejecutaba más bien en su juventud, para luego volcarse a los austro – alemanes y a Liszt. De Beethoven hizo prácticamente todo lo pianístico, pero destacándose varias grabaciones integrales de los cinco conciertos para piano y orquesta y de las treinta y dos sonatas. De Mozart, junto a Neville Marriner, ha registrado sus conciertos para piano y orquesta.  De Chopin muy poco, pero sí, mucho, pero mucho Liszt. Hay que destacar el gran aporte que ha hecho con Schubert en el registro de sus últimas sonatas, los “Momentos Musicales”, los “Improntus” y una memorable grabación (1988) de la “Fantasía del Caminante”. Constituyen verdaderas joyas, de una sutileza que nos transporta a dimensiones de hondo contenido emocional y hasta espiritual. Es llamativo que este pianista no tenga en la actualidad en su repertorio a los músicos de la órbita rusa como tampoco la francesa; nunca se le escucha a Rachmaninov, Prokofiev, Debussy, Ravel, etc. Brendel justifica esto en cuanto a que algunos de estos compositores han estado en sus programas cuando era joven; en la actualidad “se los deja a sus colegas” (en este campo ha admirado a Alfred Cortot). Ello obedece, según sus palabras, a que en la corriente musical proveniente del centro de Europa existe un contenido musical muy rico, vasto y profundo, que no alcanzaría toda una vida para llegar abarcarla en su totalidad. Es por tal motivo que se siente profundamente inclinado a los compositores provenientes desde dicho ámbito geográfico: Austria, Hungría y Alemania.
Pocos pianistas han llegado al nivel interpretativo de estos compositores en la forma como lo ha hecho Brendel. De toda su interpretación pianística podemos apreciar que es un verdadero “arquitecto”, refinado, sobrio y sin ninguna duda se puede manifestar que se ha constituido como uno de los pianistas de mayor vuelo interpretativo de las últimas tres décadas.
El 13 de Octubre del año 2003 Alfred Brendel fue condecorado con la insignia de “Caballero de la Legión de Honor” por el Gobierno de Francia en reconocimiento por sus servicios por la música y el arte. Este artista también ha recibido una distinción honorífica de la Filarmónica de Viena la cual lo ha nombrado como “Miembro Honorario”. Dicha distinción la han recibido solamente dos grandes pianistas varios años atrás: Emil von Sauer y Wilhem Backhaus. En el año 2004 le fue concedido el “Premio Musical Ernst von Siemens”... Actualmente, Alfred Brendel está ofreciendo recitales a dúo con su hijo Adrian, el cual es violonchelista. Ambos grabaron la versión integral de las sonatas para violonchelo y piano de L. van Beethoven.
Impromptu 90/3 de Schubert 
Concierto nº 3 para piano y orquesta de Beethoven, dirigido por Claudio Abbado
Sonata para piano K457 de Mozart